Formación Profesional

Formación, ¿gasto o inversión?

En la empresa conviven distintas personas con variadas responsabilidades y distintas jerarquías. Es esta heterogeneidad de puestos y funciones lo que hace rica a una empresa. A la hora de definir si la formación es un gasto o una inversión va a depender en buena medida de nuestras responsabilidades dentro de un grupo empresarial.

El empresario suele ver a priori la formación como un gasto, contemplando otras variables en su negocio más atractivas y necesarias en el inicio y en el día a día, como pueden ser el diseño e imagen de marca, del local o de la oficina, y viendo la formación como un gasto que tiene que hacer a medio plazo y no con gran decisión. ¿La rentabilidad? Desde luego, a corto plazo, no es el objetivo ideal de la formación.

El director de Recursos Humanos, en cambio, ve con una claridad rotunda que la formación es un inversión básica y necesaria desde el inicio de creación de una empresa. Es la manera de homogeneizar un equipo, de mejorar y rentabilizar un negocio desde el núcleo del proyecto, las personas que trabajan y forman el grupo.

La tercera perspectiva es la del trabajador, la más subjetiva, la que se define por la proyección que en la vida laboral se busca y a consecuencia se ejerce. Si su intención y motivación es la de desarrollar una carrera profesional en la empresa, no dudará en valorarlo como una inversión que la empresa realiza en su persona para ser más eficiente, para aumentar sus conocimientos, sus responsabilidades y con el resultado que ello conlleva: jerarquía, aumento salarial y reconocimiento profesional. Por el contrario, si su intención es la de "vegetar" y desarrollar su mismo puesto a lo largo del tiempo, verá en la formación un gasto innecesario, un gasto que la empresa podría invertir de otra manera más "productiva".

Por tanto, queda patente que dependiendo de la perspectiva laboral podremos valorar la formación como un gasto o una inversión. Todo dependerá de ese impulso motivador que responda a una u otra opción. Pero no nos olvidemos del factor contexto, el mercado donde nos movemos laboralmente. Es aquí desde donde debemos comprender que el dinamismo y las variables que caracterizan este mercado laboral generan una demanda de nuevos conocimientos y habilidades de manera constante. Las conocidas y tan nombradas competencias de flexibilidad, iniciativa y adaptabilidad serán útiles si se promueve desde una formación que recicle, que reajuste y que busque nuevos conceptos de competitividad.

Siempre será más fácil transmitirlo si el empresario acepta y comprende que la formación como proceso de mejora continua es un factor básico y diferenciador de la empresa respecto de las demás, porque no solamente motiva desde este punto de vista al equipo de trabajo, sino también establece parámetros de calidad en el desarrollo de las tareas, promueve ambientes organizados y dispuestos, logra poder de reacción productiva ante los cambios repentinos y, sin duda, deja la mejor huella de nuestra marca empresarial.

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